En el tiempo en que Oggún y Elegguá andaban separados y no se llevaban bien, Olofi no les tenía confianza alguna porque lo dejaban siempre dormido. De esta situación se dio cuenta el gallo y pensó que con su voz podría ganarse la confianza de Olofi. Así sucedió. Todos los días el gallo cantaba muy fuerte y despertaba a Olofi a la hora precisa. De esta relación alardeaba el animal, quien se paseaba además por el palacio y sabía lo que había en cada rincón.
Oggún le tenía odio al gallo y le dijo a Elegguá: «Oye, tú sabes lo que me dijo el gallo, que Olofi no es tan serio, porque hace y deshace con una muchacha virgen dentro de su habitación y cuando termina, se hace el serio». Cuando Oggún contó a Elegguá esta historia, el orisha salió de inmediato a ver a Olofi y decirle todo lo que le había dicho. Elegguá sabía que Olofi tenía una momia detrás del armario y se preparó para el careo entre Oggún y el gallo. Rápidamente Olofi mandó a buscarlos y los puso frente a frente. A Oggún le preguntó: « ¿Es cierto lo que acaba de decirme Elegguá acerca del gallo, que no soy serio y que hago y deshago con la virgen en el cuarto?» y Oggún respondió: «Sí, es muy cierto Babá, el gallo me dijo eso». Pero el gallo negó la acusación y entonces culpó a Elegguá y a Oggún de revoltosos y pendencieros.
Entonces Elegguá dijo: «Bueno Babá, usted sabe que nosotros no entramos a palacio y el gallo sí lo hace. No hay forma de que nosotros sepamos, que usted tiene escondida una mujer desnuda detrás de su armario». Al oír esto, Olofi se estremeció, pues eran ciertas aquellas palabras. Detrás del armario había una momia, muestra del origen de la humanidad y Elegguá la había visto en un descuido de Olofi. Ello fue suficiente para que Elegguá ideara la manera en que iba a traicionar al gallo.
Como Olofi dio por cierto que ni Oggún ni Elegguá sabían dónde estaba la momia y creyó lo que le ambos le habían dicho. Entonces dijo: «Bueno, akukó, por andar en compañía de dos, desde este momento, serás comida para otros». «Okua Oggún, cómanselo», ordenó Olofin.
A partir de entonces, Elegguá y Oggún caminan y comen juntos hasta nuestros días.
Este patakí nace en ogunda tonti ogunda.