A pesar de que Olodumare era el rey de los demás orishas, tenía miedo de los ratones. Los otros orishas pensaban que un rey, especialmente su rey, no debía tener miedo de algo tan insignificante y débil como un ratón, y solían decir entre ellos: «Olodumare se ha convertido en una anciano débil, porque es una vergüenza que tenga miedo de los ratones. Es tiempo que le quitemos su poder y nombremos a otro rey». Ellos querían además el dominio total del mundo.
Las cosas siguieron como estaban hasta que los orishas principales se volvieron a reunir y dijeron otra vez: «Tenemos que quitarle el poder de Olodumare. Se está poniendo viejo y débil». Entonces estuvieron de acuerdo una vez más.
Pero había un problema muy serio. Era muy cierto que Olodumare estaba viejo, pero ciertamente no era débil. Era terrible y feroz, por lo que ningún orisha se atrevía a desafiarlo en combate. Esto era también tema de debate entre ellos, pero a nadie se le ocurría una idea.
Entonces un desconocido orisha dijo: «Vamos a asustar a Olodumare a muerte» y el resto respondió: « ¿Cómo vamos a hacer eso?», porque todos tenían un miedo mortal de Olodumare.
«Olodumare teme a los ratones», afirmó el orisha, pero el resto exclamó decepcionado: « ¡Todo el mundo sabe eso! Pensamos que tenías una idea mejor». «Pero, si tiene miedo a un ratón», continuó diciendo el orisha, « ¿qué pasaría si le invitamos a nuestra casa y se la llenamos de ratones?»
Y el orisha recalcó: «Si Olodumare se mete en una casa llena de ratones, será tanto su miedo, que va a correr de aquí o morir. Entonces nos encargamos de su casa y nosotros seremos los amos del mundo». « ¡Es un plan maravilloso!», exclamaron todos y se pusieron a trabajar es esta idea inmediatamente. Así que los orishas empezaron a maquinar la forma en que iban a llevar a Olodumare hasta la casa llena de ratones para que se asustara.
Sin embargo, los orishas no se percataron de que Elegguá estaba en la puerta. Él siempre había vivido allí, porque es el dueño de las rutas, accesos y carreteras. Todos se habían olvidado de él, y Elegguá escuchó todo el plan, pero no dijo nada. Esperó, como siempre, oculto tras la puerta.
Llegó el día señalado y Olodumare arribó muy feliz por la invitación a la fiesta. Él sabía que no era muy popular entre los orishas como solía serlo antes, pero Olodumare no sabía que ellos estaban escondidos, aguardando por la liberación de los ratones, que eran cientos. En el instante que entró, la puerta se cerró de golpe en la parte posterior de Olodumare y soltaron los ratones.
Olodumare se asustó muchísimo y echó a correr alrededor de la casa gritando:
« ¡Los ratones me atacan! ¡Los ratones me atacan!». Intentó encontrar un lugar para esconderse, pero cada caja que abría y cada armario que encontraba, sólo tenía más y más ratones.
Entonces Olodumare corrió de cabeza hasta la puerta, listo para tumbarla porque solo así podría escapar de los ratones que lo atormentaban. Entonces Elegguá salió y detuvo su pánico de golpe. «Deténgase, Olodumare» dijo Eleguá, y puso sus brazos alrededor del aterrorizado orisha. «Ningun ratón le va a hacer daño».
« ¡Sí lo harán! ¡Sí lo harán!» exclamó Olodumare. Entonces Elegguá le dijo: «Observe», y el orisha empezó a comerse los ratones. Elegguá comió y comió hasta que los engulló a todos. Por su parte, Olodumare, cuyo temor se había convertido en furia, preguntó: « ¿Quién se atrevió a hacerme esto?», pero Elegguá no dijo nada. Se sonrió como gato feliz y señaló los escondites de todos los orishas.
Inmediatamente Olodumare castigó de una manera muy dolorosa y terrible a todos. Después que se cansó de verlos gritar y saltar, se volvió hacia Elegguá y le dijo: «Ahora, ¿qué puedo hacer por ti?». Elegguá miro el suelo, movió la cabeza y dijo: « ¡Oh! No deseo nada mi rey». « ¡Nada!», grito Olodumare. « ¿Acabas de salvarme a mí y a mi corona y no quieres nada?».
Dijo entonces Elegguá: «Bueno, tal vez sólo una pequeña cosa», y Olodumare dijo con firmeza: «Puedes tener lo que quieras». Aquellas palabras dieron valor a Elegguá y dijo: «Quiero tener el derecho de hacer lo que quiera, sea lo que sea». Y así fue. Desde este momento, Elegguá es el único santo que hace lo que quiere sin restricciones ni límites.
Aclaración: Olodumare es único dentro del panteón yoruba. Nunca baja a la tierra y muy pocos hablan de él, porque no tiene babalaos «asentados». Nadie se «asienta» en Olodumare. Nunca se presenta en un «bembe» o «toque de Santo».
Sin embargo, antes de irse a dormir, cada santero le ruega a Olodumare para que le dé fuerzas para levantarse al día siguiente, y le cantan invocando a Olofin: «Olofin ewa wo, Que Olofin nos ayudan a levantar». Al amanecer, cuando despiertan y comprueban que están aún entre los vivos, dicen: «Olodumare e egbeo, Que Olodumare nos conceda un buen día».